sábado, 23 de mayo de 2009

167 La verdadera naturaleza masculina

Hoy he visto a mi hija gritándole a su hermano Alí. En un principio he creído que se trataba de una disputa sin importancia, relacionada quizá con algún juego que ambos querían a la vez, pero al ver que la situación continuaba igual durante unos minutos, he ido a reprenderla. La he llevado aparte y le he explicado:
—Cariño, no le grites a tu hermano, los hombres son seres muy delicados y sensibles. Podrías herirlo.
—Pero la tía Fátima me ha dicho que antes eran muy malos y nos hacían muchas cosas malas –me ha respondido con la lógica de sus seis años y su boquita fruncida por el resentimiento.
He comprendido sin dificultad que mi hermana, que es historiadora y arqueóloga, le ha estado contando a la niña la historia de nuestro país y quizá la de nuestra familia. Debo hablar con ella y pedirle que todavía no le explique estos sucesos a mi hija, pues es demasiado pequeña para comprender la evolución de nuestra sociedad y quizá se forme una idea equivocada de la verdadera naturaleza masculina.
—Cariño, fíjate en tu padre y en tus hermanos, ¿no crees que son buenos? Piénsalo bien. Dime, ¿ellos te han hecho algo malo?
Mi hija reflexionó unos instantes antes de responder:
—Ellos, no.
—Claro que no, cariño, ellos te quieren mucho, y también Abdullah, que te da un beso cuando vuelve de sus viajes, y el cocinero y el chofer, pero el que más te quiere es papá. Y papá también es un hombre, ¿verdad?
—Sí –reconoce, aunque parece que aún no la he convencido por completo.
—Cuéntame todas las cosas que hace papá por ti en un solo día. Vamos a ver cuántas son…
—Me lleva al colegio
—Pero antes de eso, te despierta, te ayuda a asearte y a vestirte, te da el desayuno, te ayuda a lavarte los dientes…, ¿o no?
—Sí… Y me ayuda a llevar los libros.
—¿Lo ves? ¿Te das cuenta de todas las cosas en las que papá te ayuda? Él es un hombre bueno. ¿Qué más?
—Me recoge en el colegio y me trae a almorzar.
—Ajá.
—Y me lleva a clases de música y de ballet y de lucha.
—Exactamente.
—Y me da de merendar, me ayuda con los deberes del colegio, me baña…
—Y después de cenar te lleva a la cama en brazos, te cuenta un cuento y te da un beso, ¿verdad? Mi padre también lo hacía –mentí, pues no era mi padre sino Yafar, el segundo marido de mamá, quien me atendía a diario–. También era un buen hombre. ¿Qué opinas ahora de tu padre?
—Hummmm…, ¿que es bueno y que me quiere?
—Eso es. O sea que nada de maltratar a los hombres, ¿de acuerdo?
—Sí, mamá.
Claro que hay hombres maltratados, igual que hay mujeres que sufren golpes o desprecios de sus maridos. Esto no hemos sido capaces de erradicarlo por completo. Por eso debemos educar a nuestras hijas y a nuestros hijos para que sean respetuosos con sus cónyuges. Paradójicamente, los malos tratos suelen darse con mayor frecuencia en los casos de matrimonios monogámicos, ya que cuando hay varias esposas o varios maridos, es fácil que se protejan o defiendan unos a otros y resulta improbable cualquier atropello, que además sería factible penar legalmente pues habría testigos del delito. Un factor determinante es el nivel cultural y económico, ya que las dificultades monetarias y la escasa formación suelen ir parejas con la imposibilidad de una familia poligámica o poliándrica, de modo que parece más lógico que un bajo nivel sociocultural y económico vaya ligado a malos tratos a los respectivos cónyuges que el hecho de que el matrimonio sea monogámico o no.
He podido observar que la poliandria y la poligamia van ligadas a la posesión de riqueza y al estatus social de quienes ejercen como cabeza de familia en cada caso. En realidad se ha transformado un sistema absolutamente sexista en un sistema clasista hasta la médula. Sé que no debo estar descontenta porque soy mujer y en el anterior estado de cosas no tendría ninguna oportunidad, pero creo que debemos luchar también por mejorar la situación de las clases más desfavorecidas y el primer paso es, como ha demostrado la historia, reformar el sistema educativo, generalizar la instrucción pública y garantizar el derecho de toda la población a recibir una formación suficiente y adecuada, para que la educación no contribuya a acentuar las diferencias económicas y sociales, sino a paliar las deficiencias y a mejorar la situación de los más humildes. Quizá deba reflexionar acerca de la conveniencia de desviar mi carrera hacia la lucha política. Seguramente podría realizar una labor importante en este campo, sobre todo teniendo en cuenta mis conocimientos de leyes y de economía.
Drácula despertó a su ama, que se revolvía en el lecho agitada, preocupada por el cariz que estaban tomando sus pensamientos y en la difícil tesitura de decidir qué nueva tarea iba a asumir... El hermoso felino se acurrucó con ella, acercó su naricilla al cuello femenino y se acomodó sobre su hombro derecho. Con este sencillo gesto, le quitó un gran peso de encima. Minerva acarició el suave pelaje del gato durante unos minutos y volvió a dormirse, ya más calmada.